Mala muerte Epílogo

El casco del buque ascendía y descendía por el oleaje. Me hallaba fumándome mi último cigarrillo. El dulce calor del humo acariciaba por última vez mi garganta y entraba en mi dolorido pecho. Lo echaría de menos. Igual que a mi hermano. Paúl, tras la muerte del Presidente de la cámara, había sido elegido por unanimidad el nuevo presidente de la cámara. Hardan había vuelto a la normalidad. La gente trabajaba y festejaba. Las obras de mi nueva mansión iban lentas, pero avanzaban en buena dirección. 

Y como no recordar la ausencia de mi ojo izquierdo, la herida aun me dolía en las noches, pero no podía evitar toquetarlo de tanto en tanto. Como si su ausencia se me olvidará y quisiera quitarme al de su interior. Un pequeño precio a pagar por libertad de mi país.

Gato Negro, estirado sobre la cubierta, jugueteaba con un gran pescado, que un amable marinero le había regalado. Rossy miraba el horizonte con su cara entre sus manos. Macmu me relataba la historia de su país. Un país duro. Un país que, pronto, esperaba liberar de la tiranía que lo gobernaba. 

Tras nuestro buque, la mayor armada jamás vista, nos seguía con todo su pueblo en las cubiertas, deseosos de llegar a tierra firme tras dos meses de solo agua.

Cloti y Sebastián permanecía en sus camarotes, no parecían aceptar muy bien el vaivén del barco, que avanzaba, surcando aquel desconocido océano. 

El General y Luciana, jugueteaban en la cubierta superior, como dos adolescentes enamorados, mientras Matilde les regañaba por su falta de decoro.En ese mismo instante, un grito del grumete llegó desde el carajo.

— ¡Tierra a la vista!

Aún tardamos unos minutos en verificar dicha noticia. El país de Macmu se perdía a ambos lados de nuestra visión. De un verde inigualable. De altas montañas y escarpados picos floreados por un manto de vida. Macmu se arrodilló, las lágrimas caían de su rostro oscuro. Por fin volvía a su hogar. El cielo brillaba de un azul que hacía muchos años no recordaba.

— ¡Preparados para desembarcar! — grito el Capitán del buque, cuando nuestro transporte lanzó sus anclas al mar.

El agua era de un color esmeralda en el que podíamos ver el fondo y la gran cantidad de peces que nadaban en cardumen. Tras un corto trayecto en un bote, tocamos tierra. Macmu se agachó y apretó un terrón de esa arena mojada entre sus manos.

Nuestro futuro se abría ante nosotros. 

Nuestra nueva aventura comenzaba en ese preciso instante.



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