La noche auguraba el peor de los desenlaces. En tus ojos
vidriosos que refulgían radiantes, por primera vez vi el fuego de mil
infiernos. Tus palabras gélidas y distantes, tu mueca de desdén, tu actitud
llena de acritud.
El sonido nefasto de tus labios cuando me dijiste te odio.
El lacerante dolor que invadió mi alma como mil dagas, como mil puñales
rasgando mi vientre y vertiendo mis vísceras a tus pies.
Cómo te marchaste sin mediar palabra. Durante meses invoqué al
demonio, queriendo el trato que condenará mi alma a una eternidad de torturas y
sufrimiento por seguir a tu lado.
Pero Lucifer no acudió. Me Abandono al igual que tú. Pues
sabía perfectamente que mi vida, desde ese cruento desenlace, superaba el más
tétrico de sus infiernos.
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