Con cada despertar, la historia de mi vida me es
arrebatada. Borrada una línea más de mi existencia. Extinguido una parte más de
mi único tesoro.
Sé que nunca estuve solo, que tuve una vida llena de
felicidad. Pero de eso, poco queda ya en mi memoria. Tan solo pequeños trazos
trasparentes de lo que una vez fui.
Ahora, ya no temo el olvido, pues es lo único que me
acompaña. El único que me abraza en las frías noches de esta soldad. Ahora temo
recordar, pues ya no recuerdo el rostro de mis seres queridos. Todos son
extraños, que me visitan, cada vez menos, o eso creo yo.
Rostros que me miran con ternura y que me dedican bonitas
palabras de ánimo. Pero yo, ya no puedo reconfórtame. Hoy desperté llorando, no
por ningún mal que me aquejé; si no por ella, sé que la ame, que le regalé cada
palpitar de mi corazón. A veces recuerdo su voz; dulce y cándida. Pero ya no
puedo ver tras el velo del olvido su sonrisa. El fuego de sus ojos, o el tacto
de su piel.
Que terrible enfermedad me devora.
Que terrible sensación de vacío.
Que terrible existencia.
Sé que pronto llegará el día de mi liberación, lo siento en
los huesos, en mi arrugada piel y en mis manos temblorosas.
Pronto estaré contigo y volveré a ver tu rostro; recordar
cuanto nos quisimos. Tú, tendrás un trabajo encomiable, pues sobre ti cae ese
trabajo. Recordarme que vivimos, que sentimos y que felices fuimos.
Pronto, seremos otra vez uno.
Pronto mis huesos se convertirán en polvo y será este mundo
quien me olvidé a mí.
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