Cuando el cielo amenaza con lluvia, el viento arrastra ese
olor tan característico que embriaga el ambiente antes de llover, las calles,
antes atestadas, comienzan a encontrarse vacías y solitarias.
Ese es mi momento favorito, cuando paseo bajo el suave
gotear, que humedece mis ojos y evita que el resto del mundo vea mis lagrimas.
Cuando mi alma, se limpia. Cuando mi corazón puede latir a la frecuencia que deseé.
Cuando mis sentimientos reprimidos florecen, como flores en primavera, tras la limpia
agua que cae del cielo.
Paseo por aceras grises y bajo edificios que sirven de barrotes
a mi ser. Camino hasta que mis pies cansados llegan a lugares donde los altos
árboles y las diminutas flores acunan mi alma ajironada. Paseo entre la maleza,
arañando mi piel y arrancando todo mi dolor. Yo no nací para la ciudad, soy
hombre que necesita la naturaleza para recargar sus baterías. Ansío escuchar el
trinar de los pájaros. Oler la fragancia de las cosas.
Vagó sin rumbo, sin prisa, ya que nadie me espera. Yo no
busco un lugar, sino que ese lugar me reclama a mí. Saco mi libreta, mi lapicero;
y la magia envuelve mi mente con sus musas. Allí, donde el bosque me abraza,
creo mundos ficticios, vidas que jamás he vivido. Me siento libre. Puedo ser un
piloto, surcando los cielos y ver a mis pies al resto de los humanos. Puedo ser
un marino, que lucha contra un colosal ser abisal. Puedo decantar una batalla
con mi sable, o morir en una habitación rodeado de seres que no conozco y a su
vez, lloran mi final.
No soy escritor, por buscar la fama, ni tampoco por poder
comprar un ático frente a Central Park. Escribo por qué tengo mil mundos dentro
de mi mente, mil mundos, que si no los sacase del tintero se extinguiría en el
olvido, condenado todos sus anhelos. Acaso no sería yo, en ese caso, un
genocida consumado. Acaso no merecen ser mostradas todas aquellas personas que
habitan en mi interior.
Muchos no lo entenderán, pero en realidad, es un arduo
trabajo. Dar forma a seres increíbles, de vidas llenas de aventuras, cuando la
mía, no es más que una vida corriente. Pero algo bueno tiene. He cenado junto a
reyes, he dormido en la cima del mundo y he muerto un centenar de veces. He
amado mil mujeres y a mil hombres, sin censura, sin remordimientos del que
pensara.
Soy escritor por qué amo la vida, soy escritor por qué amo
crear.
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