La Gran Batalla acto 4 escena 5 Mierda



— Mi señora —dijo la escolta de la reina a Gala—, primero, ha ido a ver la última trampa del General junto a la muralla, después, ha espiado a las tropas que se dirigen a casa de los nobles, no me huele nada bien.

¿Por qué nos espiarías?

Podía entender sus ansias de descubrir el plan, eso le pasaría a cualquier estratega. Pero las palabras de su escudera habían sido claras, “espiar”. Esa palabra tiene un significado más profundo que observar, indica moverse en las sombras. Buscar puntos débiles. Recopilar información.

¿Para qué o para quién?

— Gracias. Avisa al resto, no le quitéis el ojo de encima, podría ser una treta… hay algo en ella que no me gusta.

Mientras pensaba todas esas opciones, la reina, decidió integrarse entre las tropas a lomos de su caballo. Dio un emotivo discurso. Y las tropas contestaron enardecidas.

Al final, serás una buena oradora.

Gala observó, como Adelis se acercaba por el flanco contrario al que ella estaba a pies del caballo de la reina. Observo sus movimientos, eran los movimientos de un depredador. Alguien listo para ejecutar un asesinato. De cumplir una orden.

Madox apoyo su mano en su hombro. Su rostro advertía de que él también estaba en alerta. Adelis, desapareció de la vista de Gala.

Mierda, ¿dónde está?

Un segundo después, Adelis se encontraba al otro lado de la montura. La reina le sonreía amistosamente, pero en los ojos de Adelis, crecía una fuerte oscuridad. 

Adelis rugió como si una bestia rasgarse sus cuerdas vocales. Gala, presta, azotó el lomo del semental que salió catapultado hacia delante, iracundo.

Adelis, alzó las manos y a su alrededor, creo una cúpula de energía, que dejo encerrados a la reina, al General y a Gala.

En ese momento, Gala, ya lanzaba un increíble lanzando hacia Adelis. Le atravesó el estómago y la punta salió por su espalda, desgarrando carne y hueso.

Adelis rugió de dolor. Agarró la lanza y la partió, sacándola de sus entrañas.

¿Qué clase de ser eres?

Adelis mostró su verdadera naturaleza. Su piel fue deshaciéndose, como si ardiera sin fuego. Sus huesos fueron expandiéndose. Creciendo, aumentando cada segundo mientras una nueva piel verdosa se generaba a su alrededor. Grandes músculos, anchos y robustos hombros. Dos metros y medio de alzada. Su rostro de serpiente mostró su bífida lengua. 

En sus enormes manos, dos brutales mandobles se materializaron, nacidos de algún tipo de magia oscura.

— Ha llegado tu hora, reina Graciela — dijo el reptil, sus ojos eran negros, su piel, tatuada con extrañas runas.

— Por encima de mi cadáver — Gala se colocó entre la reina y el ser.

— Contaba con eso, será un placer esparcir tus tripas delante de tus soldados.

A su alrededor, los soldados golpeaban el escudo mágico, saliendo repelidos varios metros hacia atrás. Gala podía sentir el poder que allí se mostraba. Olía a azufre, a muerte.

Madox se colocó junto a Gala y alzó su espada. El ser carcajeó.

— También será un placer matarte a ti, cobarde, si hubieses aceptado el desafío, ahora todos estos hombres seguirían vivos. Ahora, mi rey, no tendrá piedad con sus vidas.

— Muchas hablas, escoria — contesto el General, tomando la posición defensiva.

— A que esperas, víbora, ¡aquí estámos! — rugió Gala desenvainando su espada y agarrando su rodela. Graciela, desenvaino su sable, lo alzó por encima de su cabeza, mostrando su poder. Su valor.

— Malditos bastardos. Voy a disfrutar desmembrando a vuestra reina. Me la comeré mientras aún respire.

El monstruo se lanzó al ataque. Gala atacó por la izquierda, el ser bloqueo, mientras el otro mandoble caía letal sobre la espada de Madox. El golpe le obligó a postrar su rodilla en el suelo. Gala, a su espalda, lanzó otra estocada, el reptil, con un hábil giro de rodillas, apartó con su espada el ataque y lanzó un contraataque a Gala. Ella, bloqueó con su escudo y salió despedida hacia atrás un par de metros, rodando por el suelo. Madox, rodó y clavó su espada en un dorsal del ser. El mostruo rugió, pero no se detuvo en su ataque. Lanzando de arriba abajo otro tajo al General, Madox, con gran esfuerzo, volvió a detener el ataque. Pero si seguía aguantando aquella brutalidad. Sus brazos cederían.

Gala se levantó, recogió su espada y salió a la carrera para ayudar a su amigo. El enorme ser alzó sus dos espadas, si caían, Madox moriría.

El reptil salió rodando varios metros. Gala no entendía que había sucedido. Graciela, recuperaba la postura en la silla mientras el semental, se recuperaba de dar una coz.

No te expongas, joder.

Gala salto y clavó su espada en el omoplato del reptil. El ser se levantó como si ese lastre, fuese una simple molestia. Estiraba sus brazos hacia atrás intentando agarrar a Gala.Madox, aprovecho el momento y clavó su espada atravesando el pecho del ser. Todo se detuvo. El ser cayó de rodillas y después se desplomó hacia delante.

Por todos los dioses. ¿Lo hemos matado?

Gala rodó desde la espalda del ser y se alzó junto a Madox. El general tenía la cara llena de sangre de color verdoso. Sus ojos trasmitían el miedo que se siente cuando te das cuenta de que tu enemigo es más duro que tú.

Pero sí ha muerto, ¿Por qué se mantiene el escudo?

Tras ellos, el sonido de la agonía volvió al ser. Poco a poco se fue levantando, mientras todas sus heridas sanaban. Cuando estuvo completamente de pie, alzó sus brazos y volvió a reclamar sus armas. Rugió.

— Esto tiene mala pinta, Gala.

— Eso parece General.

— Tú, ¡por la izquierda!



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