Gala limpio la sangre de sus labios, todos sus ataques,
parecían en vano, aquel ser, por muy destrozado que quedara, se alzaba
nuevamente. La magia que utilizaba, era oscura. De eso no cabía duda. Solo la
oscuridad, puede robar a la muerte su dulce final.
El reptil lanzó un tajo desde arriba, Gala, usando su
rodela, bloqueó el ataque, pero un fuerte dolor invadió su antebrazo. Sus
huesos, no soportarían mucho más aquellos embates. El tiempo se agotaba. Y sus
fuerzas también.
Madox lo entretenía por el flanco contrario. Obligando al
ser, a girar permanentemente, obligándolo a no mantener un solo combate. Pero
en su rostro, también se veía la fatiga.
Esto es el fin.
Gala, cuando el reptil giró sobre sus talones para atacar a
Madox, giró en redondo, mandando un tajo por bajo cortando, los tendones, tras
las rodillas del reptil. El monstruo chilló, cayó de rodillas y sus armas
volvieron a desaparecer. Madox, con un tajo desde arriba, le partió la cabeza
en dos.
Tras unos segundos de descanso, el ser volvió a recuperarse.
Madox maldijo, y lanzó un tajo a su cuello, decapitando al reptil. Eso era lo
único que lo detenía durante algo más de tiempo. El suficiente para recuperar
el resuello.
¿Cuánto seremos capaces de aguantar?, Amigo.
Graciela, mantenía la distancia, no veía el miedo en sus
ojos. Al contrario. Hervían de valor. Sus mandíbulas, tensas, entendían que
aquello era el final, pero Gala sabía, que no sería sin pelear.
Por lo menos morirás con Honor, mi amor, se valiente.
El antebrazo la mantenía en alerta, aquel dolor empeoraría.
Si es que tenían el tiempo suficiente para sentir el astillamiento.
Madox la miró, Gala podía entender aquellos ojos. El también
estaba físicamente destrozado. Exhausto. Iban a ser destrozados antes sus
tropas. Aquel duro golpe, podía cambiar, para siempre la balanza. Tanto
esfuerzo, tanta muerte, tantas vidas truncadas para que ellos, decidiesen la
dirección de la batalla.
El reptil, volvió a recuperarse. En cuanto tuvo, algo
parecido a un hocico, carcajeó taimado. Sé sabía ganador. Incluso parecía
disfrutar de todas aquellas heridas. Se alzó y continuó invocando sus armas.
De su cuerpo, comenzó ha emanar una extraña bruma negruzca.
—
Ha llegado la hora de morir — dijo el reptil—.
Vuestras armas ya no pueden protegeros. No deseo perder más tiempo. Mi señor me
necesita a su lado.
—
¡Jamás vencerás! —escupió Graciela desde su
montura.
—
Tranquila. Para ti, aún tengo algo de tiempo.
Seré tan brutal como mi imaginación me permita. Tus hombres, verán como te desmiembro.
Cómo me devoro tus entrañas.
Gala salto con su espada.
No te lo permitiré.
Al tocar, la neblina, una flojedad la devastó. Cayendo de
rodillas frente al ser. El reptil, alzó sus espadas ambos lados.
Este es mi final. Pero no tengo miedo. He sido valiente.
He luchado con honor. Esta noche dormiré junto a mi pueblo. Mi Rey, pronto
estaré junto a ti. Perdóname, que no sea capaz de salvar a tu esposa. Pero no
me quedan fuerzas.
Gala sentía una fuerte presión en el pecho, el aire salía,
pero no parecía volver a entrar. Sentía su pulsación decaer. Aquella bruma, le
había arrebatado su fuerza. Se sentía bloqueada. A merced de su enemigo.
Madox con un movimiento rápido y precisó, amputó ambos
brazos del reptil. Pero aquella manita bruma, lo dejo, en el mismo estado que
ella.
No …
—
Y aquí acaba todo, escoria —decía el reptil mientras
sus brazos se volvían a formar—. Graciela —escupió el reptil— ahora te toca
morir.
El ser avanzó y con un tajo limpio, segó la cabeza del
semental. Que comenzó a bailar, hasta que cayó de lado, lanzando a Graciela
contra la cúpula. Gritó de dolor. El reptil se acercó lentamente. Las tropas,
gritaban desde fuera. Aún sabiendo el resultado. Se lanzaban contra la cúpula,
siendo repelidos. Golpeaban con astas, con hachas. Gritaban iracundo.
El reptil agarró a Graciela por el cuello y la alzó, como a
un muñeco de trapo. En la caída, algunos miembros de la reina se habían
destrozado. Quedando colgando a peso y sin posibilidad de usarlos para intentar
patear al enemigo. El reptil abril sus fauces. Agarró un brazo y después el
otro. Dejando a la reina en forma de cruz y lentamente, comenzó a estirar en diferentes
direcciones.
La reina gritaba de dolor. Su rostro se deforma, se contraía
por el sufrimiento. Una fuerte explosión resonó. El reptil giró rápidamente la
cabeza. De entre la multitud, Gala observó emerger una luz, pura, brillante,
pacificadora. El reptil dejó caer a Graciela. Sus ojos mostraban preocupación.
Gala escuchaba un susurro. Las palabras llenaban su cuerpo
expulsando toda oscuridad. Podía sentir como sus huesos sanaban, como sus
músculos, recuperaban su fuerza. Sentía una paz infinita. La alzaba sobre el
mundo.
¿Esto es la muerte?, Esta paz que me llena, me llevará
junto a mi pueblo. Estoy preparada.
—
Aún, no es tu hora, hija mía.
La voz resonó dentro de su cabeza. El sonido, la reconfortó
como una fresca brisa estival, tras el duro día de calor. Recordó el día que
conoció a Graciela, como su corazón se había encendido en llamas. Recordó sus tardes
en los jardines. Su sonrisa. Sus ojos soñadores. Recordó a su Rey, implacable, magnánimo.
Sus lecciones, sus consejos… su cariño.
Una fuerte oleada de energía la revitalizó. Levantándola
como un resorte. El reptil la miró con curiosidad. La cúpula, parecía recibir
impactos de un poder asombroso. Se resquebraja, crujía. Un fuerte, explosión
hizo que la cúpula se deshiciese en millones de pequeñas esquirlas.
El reptil retrocedió. Una fuerte luz, se expandió. Una luz
divina, pura, poderosa. Empujada con la fuerza de mi hombres y mujeres, Gala salto,
alzó su espada y de un tajo, partió al ser en dos. La luz, se incrementó hasta
la ceguera y lo último que Gala vio, fue como la carne del ser se disolvía como
una duna bajo el viento. Cómo desaparecía, en pequeños granos que volaban y se
consumían en aquella potente luz.
Cuando Gala recuperó la visión. Graciela, intentaba
levantarse. Su cuerpo estaba sanado, tan limpio, como cuando todo está batalla
había comenzado, su armadura bruñida, sin arañazos y no abolladuras. Gala se
miró, ella también estaba como nueva. Y Madox, lucía su regio porte, con una
amplia sonrisa en sus labios.
¿Qué ha sido eso?
Gala miró en redondo, ¿Qué y de donde había venido todo ese
poder?
¿Estoy loca o me han hablado los dioses?
Gala descubrió como una mujer, de avanzada edad dejaba de
brillar.
Suma sacerdotisa.
La mujer, de humilde túnica y capa blanca, la miró con
orgullo. Cayó de rodillas y dibujando en sus labios “sé fuerte”, se desplomó de
lado. Gala corrió hasta ella, las huestes se apartaron, tan sorprendidos como
ella. Sujeto a la mujer entre sus brazos. Acercó su cara al rostro de la mujer.
Y comprobó que ya no respiraba.
Mi señora, acógela en tu seno, es el alma más pura que
puedas recolectar hoy. Jamás olvidáremos su sacrificio.
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