La Gran Batalla, acto final escena 1 !brujería!



Gala limpio la sangre de sus labios, todos sus ataques, parecían en vano, aquel ser, por muy destrozado que quedara, se alzaba nuevamente. La magia que utilizaba, era oscura. De eso no cabía duda. Solo la oscuridad, puede robar a la muerte su dulce final.

El reptil lanzó un tajo desde arriba, Gala, usando su rodela, bloqueó el ataque, pero un fuerte dolor invadió su antebrazo. Sus huesos, no soportarían mucho más aquellos embates. El tiempo se agotaba. Y sus fuerzas también.

Madox lo entretenía por el flanco contrario. Obligando al ser, a girar permanentemente, obligándolo a no mantener un solo combate. Pero en su rostro, también se veía la fatiga.

Esto es el fin.

Gala, cuando el reptil giró sobre sus talones para atacar a Madox, giró en redondo, mandando un tajo por bajo cortando, los tendones, tras las rodillas del reptil. El monstruo chilló, cayó de rodillas y sus armas volvieron a desaparecer. Madox, con un tajo desde arriba, le partió la cabeza en dos.

Tras unos segundos de descanso, el ser volvió a recuperarse. Madox maldijo, y lanzó un tajo a su cuello, decapitando al reptil. Eso era lo único que lo detenía durante algo más de tiempo. El suficiente para recuperar el resuello.

¿Cuánto seremos capaces de aguantar?, Amigo.

Graciela, mantenía la distancia, no veía el miedo en sus ojos. Al contrario. Hervían de valor. Sus mandíbulas, tensas, entendían que aquello era el final, pero Gala sabía, que no sería sin pelear.

Por lo menos morirás con Honor, mi amor, se valiente.

El antebrazo la mantenía en alerta, aquel dolor empeoraría. Si es que tenían el tiempo suficiente para sentir el astillamiento.

Madox la miró, Gala podía entender aquellos ojos. El también estaba físicamente destrozado. Exhausto. Iban a ser destrozados antes sus tropas. Aquel duro golpe, podía cambiar, para siempre la balanza. Tanto esfuerzo, tanta muerte, tantas vidas truncadas para que ellos, decidiesen la dirección de la batalla.

El reptil, volvió a recuperarse. En cuanto tuvo, algo parecido a un hocico, carcajeó taimado. Sé sabía ganador. Incluso parecía disfrutar de todas aquellas heridas. Se alzó y continuó invocando sus armas.

De su cuerpo, comenzó ha emanar una extraña bruma negruzca.

—      Ha llegado la hora de morir — dijo el reptil—. Vuestras armas ya no pueden protegeros. No deseo perder más tiempo. Mi señor me necesita a su lado.

—      ¡Jamás vencerás! —escupió Graciela desde su montura.

—      Tranquila. Para ti, aún tengo algo de tiempo. Seré tan brutal como mi imaginación me permita. Tus hombres, verán como te desmiembro. Cómo me devoro tus entrañas.

Gala salto con su espada.

No te lo permitiré.

Al tocar, la neblina, una flojedad la devastó. Cayendo de rodillas frente al ser. El reptil, alzó sus espadas ambos lados.

Este es mi final. Pero no tengo miedo. He sido valiente. He luchado con honor. Esta noche dormiré junto a mi pueblo. Mi Rey, pronto estaré junto a ti. Perdóname, que no sea capaz de salvar a tu esposa. Pero no me quedan fuerzas.

Gala sentía una fuerte presión en el pecho, el aire salía, pero no parecía volver a entrar. Sentía su pulsación decaer. Aquella bruma, le había arrebatado su fuerza. Se sentía bloqueada. A merced de su enemigo.

Madox con un movimiento rápido y precisó, amputó ambos brazos del reptil. Pero aquella manita bruma, lo dejo, en el mismo estado que ella.

No …

—      Y aquí acaba todo, escoria —decía el reptil mientras sus brazos se volvían a formar—. Graciela —escupió el reptil— ahora te toca morir.

El ser avanzó y con un tajo limpio, segó la cabeza del semental. Que comenzó a bailar, hasta que cayó de lado, lanzando a Graciela contra la cúpula. Gritó de dolor. El reptil se acercó lentamente. Las tropas, gritaban desde fuera. Aún sabiendo el resultado. Se lanzaban contra la cúpula, siendo repelidos. Golpeaban con astas, con hachas. Gritaban iracundo.

El reptil agarró a Graciela por el cuello y la alzó, como a un muñeco de trapo. En la caída, algunos miembros de la reina se habían destrozado. Quedando colgando a peso y sin posibilidad de usarlos para intentar patear al enemigo. El reptil abril sus fauces. Agarró un brazo y después el otro. Dejando a la reina en forma de cruz y lentamente, comenzó a estirar en diferentes direcciones.

La reina gritaba de dolor. Su rostro se deforma, se contraía por el sufrimiento. Una fuerte explosión resonó. El reptil giró rápidamente la cabeza. De entre la multitud, Gala observó emerger una luz, pura, brillante, pacificadora. El reptil dejó caer a Graciela. Sus ojos mostraban preocupación.

Gala escuchaba un susurro. Las palabras llenaban su cuerpo expulsando toda oscuridad. Podía sentir como sus huesos sanaban, como sus músculos, recuperaban su fuerza. Sentía una paz infinita. La alzaba sobre el mundo.

¿Esto es la muerte?, Esta paz que me llena, me llevará junto a mi pueblo. Estoy preparada.

—      Aún, no es tu hora, hija mía.

La voz resonó dentro de su cabeza. El sonido, la reconfortó como una fresca brisa estival, tras el duro día de calor. Recordó el día que conoció a Graciela, como su corazón se había encendido en llamas. Recordó sus tardes en los jardines. Su sonrisa. Sus ojos soñadores. Recordó a su Rey, implacable, magnánimo. Sus lecciones, sus consejos… su cariño.

Una fuerte oleada de energía la revitalizó. Levantándola como un resorte. El reptil la miró con curiosidad. La cúpula, parecía recibir impactos de un poder asombroso. Se resquebraja, crujía. Un fuerte, explosión hizo que la cúpula se deshiciese en millones de pequeñas esquirlas.

El reptil retrocedió. Una fuerte luz, se expandió. Una luz divina, pura, poderosa. Empujada con la fuerza de mi hombres y mujeres, Gala salto, alzó su espada y de un tajo, partió al ser en dos. La luz, se incrementó hasta la ceguera y lo último que Gala vio, fue como la carne del ser se disolvía como una duna bajo el viento. Cómo desaparecía, en pequeños granos que volaban y se consumían en aquella potente luz.

Cuando Gala recuperó la visión. Graciela, intentaba levantarse. Su cuerpo estaba sanado, tan limpio, como cuando todo está batalla había comenzado, su armadura bruñida, sin arañazos y no abolladuras. Gala se miró, ella también estaba como nueva. Y Madox, lucía su regio porte, con una amplia sonrisa en sus labios.

¿Qué ha sido eso?

Gala miró en redondo, ¿Qué y de donde había venido todo ese poder?

¿Estoy loca o me han hablado los dioses?

Gala descubrió como una mujer, de avanzada edad dejaba de brillar.

Suma sacerdotisa.

La mujer, de humilde túnica y capa blanca, la miró con orgullo. Cayó de rodillas y dibujando en sus labios “sé fuerte”, se desplomó de lado. Gala corrió hasta ella, las huestes se apartaron, tan sorprendidos como ella. Sujeto a la mujer entre sus brazos. Acercó su cara al rostro de la mujer. Y comprobó que ya no respiraba.

Mi señora, acógela en tu seno, es el alma más pura que puedas recolectar hoy. Jamás olvidáremos su sacrificio.

 

 

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