En pocos minutos me encontraba bajo tierra ayudando a Rossy a quitarse sus anillos. Y ellos estrechaban su círculo sobre los burgueses preparados para atacar si Logan necesitaba ayuda.
— Tengo que ir Paúl, le van a hacer daño — me dijo Rossy temblando y con los ojos casi en blanco.
— No, mi niña, Logan sabe cuidase solo, seríamos un problema añadido. Debemos llegar a casa, él vendrá, te lo prometo.
Esa promesa también fue para mi mismo. Logan estaría bien. La primera salida por la que me llevaron mis hombres fue directa al almacén de grano, era en dirección contraria a la mansión, pero desde allí, era más sencillo llevarme por lugares controlados y asegurados por nuestra red de vigilancia.
Subí a la oficina, el General estaba sentado mirando hacia la pared. Entre corriendo, se giró y lo único que vi fue la borrachera que llevaba, me miró, sintió vergüenza de sí mismo y después dio otro trago a su botella.
— ¿Borracho?, ¡Maldita sea General, necesitamos que esté fresco, Logan tiene serios problemas en el baile. ¡Debe alertar a todos los hombres!
— ¿Logan?, ¿Qué Logan? — dijo apoyándose en la mesa, en su rostro se dibujó una arcada.
Siempre había respetado a ese engreído, pero esto era el colmo. Lo agarré por la pechera, lo arrastré escaleras abajo mientras los hombres me miraban sorprendidos, lo alce en el aire y lo metí cabeza abajo en un bidón de agua. Conté hasta diez y lo saqué estirando de sus pies. Miré en redondo, no me hubiese gustado que Rossy viera el espectáculo, uno de los hombres me señaló detrás de unas cajas. La pobre estaba tan asustada que se había escondido de todo el mundo.
El anciano me miró enojado. Agitó la cara, me acerqué, lo volví a coger por la pechera y lo zambullí una segunda vez. Esa vez, cuando lo saqué y antes de que llegase una tercera, reculó claramente mejorado.
— Ya está bien chico, ya está bien — dijo mirando su traje militar empapado. Me miró y soltó una enorme vomitona — ya está bien… que todos los hombres acudan a la plaza, si no es necesario que aguarden posiciones. El asesino del antifaz es muy capaz de cuidarse solo. Pero no dejaremos que lo ejecuten.
— Yo me voy a la mansión, debo poner a salvo a la niña — el General miró en redondo y no vio ninguna niña por allí—, me llevo tres hombres. Luego ellos volverán. Espabile General. Y que sea la última vez.
— Puede contar con ello, Sargento Paúl, puede contar con ello.
Rossy salió de su escondite, tenía sangre en el labio, tal vez se hubiera dado un golpe en la huida, después miraríamos que era lo que se había hecho. El General mando a un joven en busca de más hombres. Mientras nosotros seguíamos nuestra huida, el General escupía órdenes a diestro y siniestro a los hombres que iban acudiendo. La lejanía nos trasportó al silencio de una ciudad vacía.
Rossy ya podía andar por sí misma, pero temblaba de miedo, su mano no se soltaba de la mía. Para cruzar el puente, por la parte de abajo, sin ser Logan, hacían falta varios hombres y más si tenían que trasportar a una niña, por lo que Logan me había contado de Rossy, ella podría haber cruzado sola, incluso podría ayudarme a mí. Pero siguió con su guion. Era mejor así, no sé cómo hubiesen respondido los hombres si ella mostraba su verdadera naturaleza. Una vez pasamos al otro lado del ojo del puente, los hombres se despidieron y volvieron sobre sus pasos.
Nos escabullimos por los jardines que Logan me había trazado en la mente desde que tenía edad de recordar. Bordeamos la alta muralla y nos internamos en el bosque. Teníamos un problema. Esa noche, ambas lunas se anteponían la una a la otra, creando el eclipse que daba paso al verano. Y aquel bosque, sin ninguna luz, era una trampa mortal. Lleno de raíces y arbustos, zarzas y pequeños agujeros con los que uno fácilmente podía partirse un tobillo.
— ¿Por qué te detienes, te has perdido? — me preguntó Rossy, de su boca salía el rabo de algún reptil, no quise darle más importancia, ya tenía bastante miedo a los depredadores, no conocidos, como para preocuparme por una depredadora en la que seguro, podía confiar.
— No veo nada. No sé por dónde ir.
— Si quieres te puedo girar yo, de noche veo muy bien. Para mí no es ningún problema.
— Te sigo niñita — intenté romper la tensión del momento, y por qué no reconocerlo, por qué estaba aterrado, había historias de manadas de lobos y oso sueltos por aquellos bosques. Nunca había visto ninguno, pero las historias siempre tienen algo de verdad, no?, Si algo podía hacer que me temblaran las rodillas era pensar una muerte devorado por un animal.
Rossy realmente no tenía problema para guiarme. Debíamos de estar a unos cincuenta metros de la entrada secreta, Rossy se detuvo, se acuclilló y lanzo un sonido aterrador hacia la noche. Unos aullidos le devolvieron el reto. Mi corazón se detuvo, mi pecho me invitaba a gritar, pero el valor que da llevar a un niño de la mano me lo impidió. Me puse delante de ella.
En la oscuridad podía sentir como se movían, como nos rodeaban, debían de ser media docena o alguno más. Escuchaba como gruñía en todas direcciones.
Rossy me soltó la mano y sentí una ligera brisa. Escuchaba movimientos rápidos, como los lobos recelaban, ladraban y aullaban de dolor. En menos de un minuto, todo había acabado. El silencio reinó. Sentí frío, miedo. ¿Dónde estaba Rossy?...
Una mano húmeda me agarró mi mano temblorosa, su tacto era cálido para estar tan mojada, deduje que estaban pringadas de la sangre de los animales. Me llevo hasta la entrada secreta.
— Voy enseguida Paúl — su voz no era la habitual, era gutural, se podía escuchar su corazón y su respiración alterada. Algo me dijo que estaría bien, seguramente, mejor que yo.
— Te espero en la fuente.
— Vete, rápido.
Tras la muralla el combate continuó, el primero de los ataques debían de haber sido los cazadores del grupo, Rossy podía haber entrado y después sellado la entrada. Pero esa niña, sin duda, necesitaba desfogarse y mejor con unos asquerosos lobos que con la gente de la muralla hacia adentro. A fin de cuentas la había visto matar a veinte matones con solo pensarlo.
Las luces del jardín me llevaron hasta la fuente. Me senté, estaba agotado. Metí la mano en el agua, me mojé la cara y la nuca. El sudor corría por mi espalda y mi pecho, jamás volvería a entrar por ese maldito bosque.Rossy tardó un rato en aparecer, tenía su traje desgarrado por varios sitios, las manos hasta los codos y los encajes de sus mangas eran de color rojo con vísceras de los animales, su rostro angelical, impregnado de la misma sangre y unos grandes hilos caían por su mandíbula.
Corrió sin poder mirarme a los ojos y comenzó a lavarse histérica, estaba como fuera de sí. Me levanté la abracé por la espalda y la mantuve apretada contra mí. La sentía temblar. Su respiración era rápida, más parecida a la de un can que aún humano, su piel estaba caliente.
— Tranquila, cariño, ya ha pasado, aquí estamos seguros — le dije besando su cogote. Poco a poco dejó de temblar. La giré e hinque rodilla, después la volví a abrazar el tiempo que ella necesitó para tranquilizarse.
— Yo… no quiero ser un monstruo… — ahora había roto a llorar.
— ¿Monstruo?, Rossy me acabas de salvar la vida, otra vez, ya no sé cuántas veces lo has hecho ya. Puede que seas muchas cosas, pero un Monstruo, no es una de ellas. Yo confío en ti y Logan también. Así que estás en casa querida niñita. Estás en casa.
La luz de la planta baja de la mansión se iluminó, Sebastián, con un camisón y un ridículo gorro con borla, nos apuntaba con una escopeta, mientras Cloti le seguía con una linterna de aceite y un hacha de cortar carne de la cocina. Su camisón clareaba demasiado para mi gusto.
— ¿Quién va? — dijo Sebastián.
— Somos nosotros, tranquilo, Rossy y yo.
— Y… ¿El señor Logan? — dijo bajando rápidamente la escopeta al ver la sangre en la que estábamos envueltos.
— Tranquilo no es nuestra — aun así Cloti meneo a Rossy mirando sus brazos—. Espero que bien. Lo han descubierto Sebastián. Nosotros hemos podido huir.
— Por todos los dioses. Entrar, esto ya no es seguro. Rápido. Adentro, adentro.
Cloti maldecía en su idioma materno, dentro, las mujeres del servicio comenzaron a repartir armas de fuego.
Sebastián me dio una carabina y un revólver, me llevo junto a Rossy a las bodegas y abrió una sala que jamás había visto. Nos empujó y después cerró la puerta.
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