Mala muerte capítulo 25 Reflejos del pasado



El carruaje me transportó al centro oeste de la ciudad, tanto físico, como económico de Hardan. Las calles del barrio burgués pasaban por mi ventanilla dejando una completa uniformidad. Casas familiares con valla y un minúsculo jardín en la entrada, de tres pisos, paredes grises y pequeños árboles frutales en las veredas de la calzada, en algún tiempo, fueron la envidia del país, el progreso; le llamaban.

La plaza central tenía cerca de quinientos metros de diámetro, una inmensa circunferencia con un amplio y colorido paseo ajardinado en el centro.Los edificios eran robustos, de fachadas marmóleas de colores claros. El único edificio relevante de la ciudad, que no se asentaba allí, era la Cámara de Comercio, ubicada más próxima al puerto. Bancos, ayuntamiento y museo, una aseguradora, la gran biblioteca y el más diminuto de todos, era a donde yo me dirigía. Por fin, Sebastián había convencido al Director del museo para que me concediera audiencia. Y el único momento que podía ofrecerme era su almuerzo en el Club de Caballeros y Fumadores, conocido como el Hardan Dorado.

El carruaje me detuvo justo en la entrada, donde dos enormes hombres se apostaban delante de una gruesa puerta doble con intricadas figuras, los dos guardias, lanza en mano, vestían un atuendo medieval, que en este tiempo, quedaban bastante pintorescos. La guardia tenía más de quinientos años de antigüedad y se aseguraba que aquel lugar fuese tranquilo y seguro.

El mayordomo, conocido para mí, me acompaño hasta una sala privada de la que yo no tenía conocimiento.La sala, de techos altos, albergaba gran variedad de obras de arte. Frescos en sus techos. Tapices en sus paredes y grandes vidrieras con laboriosas imágenes que representaban la historia de la ciudad. Todas ellas recuperadas tras el Cataclismo que destruyó media ciudad, siglos atrás y vueltas a colocar en el nuevo edificio.El suelo estaba copado de alfombras importadas del extranjero. De pelo fino y pisar suave con brillantes colores rojizos. El Director se encontraba sentado en un sillón, de respaldo excesivamente alto. Observa detenidamente una de las vidrieras, absorto en sus pensamientos.

— Lord Peter, su visita ha llegado — dijo el mayordomo antes de marcharse, mientras el hombre se levantaba, como si hubiese descubierto algún hallazgo importante.

— Tome asiento, querido — el Director paseaba sus gruesos dedos por la parte baja de las vidrieras —. Muchos han estudiado estas maravillosas obras de arte, algunos aseguran que su historia es completamente real. Una auténtica locura, fantasías de una mente aburrida, sin duda. El relato de que el gran movimiento sísmico fue por una magia poderosa, me resulta, inaudita. Pero en fin, dejemos la magia para incultos y supersticiosos.

— Lord Peter, voy a ir directamente al grano — el Director alzó una ceja — ¿Qué puede decirme sobre las brujas? — su segunda ceja se levantó y su bigote puntiagudo ascendió por la sorpresa.

— ¿Brujas?, ¿Acaso esto es una burla?— Me temo que no, señor, y entiendo su reticencia a mi pregunta. Pero preciso toda la información que conozca. Es de vital de importancia mi.

— Me temo que no tengo tiempo para naderías, pensaba que hablaríamos de algo… — encendió su puro con una cerilla, le gustaba que le escucharán, que estuviesen atentos a sus palabras— más serio. Sebastián me hablo muy bien de usted, pero veo que la edad le ha perjudicado su criterio.

— Disculpe si no es lo que usted pensaba, pero — sí, a ese pedante, le decía que Rossy era una bruja, no tardaría ni una hora en salir en todas las ediciones de la tarde de los periódicos locales — me preparo para escribir un libro, deseo experimentar la creación en mi propia mente.

— Ya veo, un charlatán… — seguía poniéndome, aprueba, tuve que contener mis emociones—, está bien, dígame, que desea saber.

— Bueno, conozco los aspectos más básicos: su longevidad, su debilidad ante la plata, su voracidad, y sus grandes poderes.

— ¿Y qué más necesita?, aparte de ese cúmulo de estupideces.

— ¿De dónde extraen su poder?, ¿Dónde habitan?, ¿Cómo se pueden matar? — el director se acercó a la vidriera y me señaló el centro. Aún no me había fijado, pero se veía una silueta rodeada por una gran deflagración de fuego y destrucción.

— ¿Sabe?, Según esta historia, el gran terremoto que asolo por primera vez la ciudad, no fue un acontecimiento natural. Según la leyenda, eran dos — fue señalándome con su rechoncho dedo, desde abajo del todo — una hembra y un macho. Por razones que no explica — fue subiendo mostrándome el orden correcto de la historia — el macho murió y la hembra, llena de dolor, borro del mapa la ciudad en una explosión de ira. Algo que no podemos verificar, por qué solo hubo cinco supervivientes. Y como comprenderán, están todos muertos, hace siglos.

— Comprendo.— A su primera pregunta le diré que no hay escrito que revele de donde extraen ese poder. Ningún fantasioso ha elaborado ese guion, le recomiendo lo usé, piense a lo grande, ya puestos a mentir, que sea una mentira extraordinaria. A su segunda pregunta…, esto le va a gustar. Algunos escritores utilizan una herramienta bastante elocuente. Describen otro mundo similar a este, en paralelo. Puede imaginarse tal locura. La física demuestra que no puede haber dos cuerpos en un mismo espacio. Pero bueno, continuemos. La tercera pregunta es bastante sencilla de responder, si la plata les hace daño y las debilita, es con plata con lo que deben morir.

— Valla, es usted toda una eminencia, Sebastián tenía razón — su fea sonrisa se abrió de oreja a oreja —. ¿Conoce algún detalle más?

— Joven, aquí al lado está la gran biblioteca, y le aseguro que hay un ala entera sobre paparruchas de este tipo. Ahora, debo marcharme, mi tiempo es oro.

El Director se marchó tras chocar mi mano, le sudaban y eran flácidas. Sentí cierta repulsa, por desgracia estaba acostumbrado a este tipo de tipejos engreídos. De hecho, había matado unos cuantos demasiado engreídos como para enfadar alguien con recursos.

Lo bien cierto, es que tanta erudición y me iba igual que había venido. Esa información ya la había descubierto yo gracias a pequeñas conversaciones con Rossy o simplemente usando la lógica. Lo que si me dejó, un regusto amargo, fue la historia de aquellos dos seres y la desolación que conllevo. Por lo visto la historia era cíclica, solo esperaba que esta vez, Rossy, no dejará al país sin nuestra querida ciudad. Empecé a comprender, que era más importante localizar al hermano de Rossy, que ayudar en la guerra que Paúl libraba por mi culpa. Porque si ese niño sufría daño, no quedaría Barrio que defender.

Salí de nuevo a la plaza Central, el Director cruzaba el parque hacia el museo, era imposible no reconocer tanta ínfula. Miré los jardines, estaba extrañamente vacíos, y más a esa hora donde todos los funcionarios deberían estar volviendo a sus puestos, tras su almuerzo. 

Me encaminé hacia el centro del jardín, allí sucedía algo que no era normal, tal vez fuese una paranoia, tal vez fuese mi sexto sentido para el peligro.Por la izquierda vi un fugaz movimiento. 

Apreté el paso, fuese lo que fuese, se iba a cruzar en el camino del Director. Lo tenía a menos de veinte pasos, era evidente que la hora del almuerzo entraba en sus horarios, caminaba relajadamente dando chamadas a su puro.A su izquierda, ahora que la panorámica me permitirá ver claramente, se acercaban cinco matones con unas enormes estacas. Eso no era un simple robo en el centro neurálgico de la ciudad, allí iba a ver un asesinato a palos y sangre fría. Un mensaje claro de que su banda, tenía el poder de acabar con cualquiera en cualquier momento.

— ¡Señor Director! — talvez mi grito sonó demasiado alto, pero era una llamada disuasoria.

— ¿Qué desea? — dijo antes de que el primer golpe le doblará hacia delante, la estaca golpeó la espalda y cayó al suelo. Me miró sin entender que sucedía, ¿Le ayudaba y me convertía en una cara a seguir?, O lo dejaba morir como un perro apaleado.

— Eh, tú, lárgate de aquí — dijo uno de los matones amenazándome. Mi primer instinto fue atacarlo directo al gaznate con mi puño. Dejarlo fuera de combate y quitarme rápidamente uno de encima.

— !Dejad a ese hombre! — me escuché decir. Los cinco tipos se giraron hacia mí. En sus rostros se dibujaron maliciosas sonrisas.

— Chicos, aquí tenemos un héroe. ¿Qué os parece si le enseñamos también quién manda en esta ciudad? — los matones asentía entre ellos.

— No os lo recomiendo, marcharos y nadie más saldrá herido — dije levantando mis brazos y enseñando mis manos limpias—. No quiero problemas, recogeré a ese hombre y seguiremos nuestros caminos.

— Ni tú, ni ese gordo asqueroso, va a ir a ningún lado, te hemos dado una oportunidad, pero no abran dos. ¡A por él!

El primer matón, que era el que más cerca se encontraba a mí, lanzó una estocada de arriba abajo. La esquivé y metí el canto de mi mano, entre su barbilla y su nuez. Cayó hacia atrás sujetándose el cuello, con un movimiento rápido, pise su sien y note como crujía bajo mi pie. Para entonces ya estaba rodeado. Los matones enfurecidos atacaban desde todos los ángulos. Por suerte, mi habilidad era bastante mejor que la suya, a uno le propine un fuerte puntapié bajo la mandíbula, dio un salto hacia atrás y cayó dándose un fuerte golpe en la nuca, un charco de sangre comenzaba a crearse. Mientras sus amigos seguían girando a mi alrededor.

Otro que ya no se levanta.

Los otros asesinos se miraban de hito en hito. Atacaron dos a la vez, pase por el medio de ellos y golpeé a uno tras su rodilla, que la incoó rápidamente. Le agarré la estaca y con fuerte golpe le abrí el cráneo en dos. Sin tan siquiera mirar, giré hacia el otro matón y le golpeé en la mandíbula con el arma mientras me miraba paralizado por el miedo.

El último matón intentó huir. Le lancé la estaca entre sus piernas y rodó por el suelo. Llegué hasta él y con una fuerte patada lo puse boca arriba, le agarré de la pechera y comencé a dar uno y otro puñetazo en su boca. Escupía los dientes que salían cuando vomitaba la sangre para no ahogarse con ella.

— ¿Quién os ha contratado? — levante el puño, su cara era ya un borrón de sangre.

— No te diré nada… — le aticé cuatro puñetazos más. En el último la nariz crujió.

— ¿Quién te ha contratado?, no te lo voy a repetir.

— Que te follen — gargajeo.

De pronto una estaca, le golpeó en la frente abriéndole una fea brecha. El Director, con rostro dolorido y bañado en sudor, le había dado el golpe de gracia. La sangre le había salpicado su traje de diseño.

— Gracias hijo. Da gusto ver gente tan bien dotada para la lucha. Si alguna vez necesita algo, no dudes en avisarme, aunque sean naderías para su Proyecto. Le debo la vida.

— Le tomo la palabra, pero será mejor que entre en el edificio. Podría haber más por aquí, vamos, le acompaño.

— Maldita sea, esta ciudad se está volviendo loca.

— Si yo fuese usted, pediría unas vacaciones y me marcharía de aquí. Ya ha visto que no era un robo casual, usted era el objetivo. Y sea quien sea, quién le quiere muerto, no cejara en su empeño.

— ¿Podría cogerme unas vacaciones?— dijo pensando sus posibilidades —Viajaré fuera del país. No tema por mí, esta noche ya no estaré en la ciudad. Ahora mismo pediré que la guardia me proteja. De algo tiene que servir mi posición.

— No le diga a nadie a donde se marcha. Ni durante cuánto tiempo. Su vida depende de su discreción.




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