Bajo su máscara de felina, con largos bigotes, Rossy debía estar con la boca abierta. Me sujetaba la mano con una fuerza inaudita para una niña de su edad. Ante nosotros, y debido al nuevo nombramiento del alcalde y el nuevo Capitán de Alguaciles, la plaza del ayuntamiento había acogido, al aire libre, la gran fiesta del equinoccio estival. Toda la ciudad había sido invitada por el nuevo electo. Si es que alguien cree que ese tipo de votaciones las guía el azar.
En el centro del jardín, habían instalado una gran carpa abierta, bajo ella, la orquesta amenizaba el cóctel con música relajada. La plaza estaba atestada. Muchos de los hombres de Paúl estarían por allí para tener un cierto respiro. No solía haber problemas más allá de pequeñas peleas entre borrachos. Pero el Capitán de Alguaciles había preparado un desfile con todas las fuerzas de la ciudad.
Un par de guardias nos escoltaron desde el punto de entrada hasta la zona VIP. Más cerca al ayuntamiento, el tablado con atril y separados por muchos hombres armados del resto de la gente. Imagino que habría otro cinturón similar que separaría a los hombres del Barrio de los burgueses.
Incluso para mí, parecía haber cierto aire de festividad. Rossy estaba sorprendida todo el tiempo, por como bailaba la gente, sus vestidos, sus máscaras y las enormes mesas que estaban montando el catering con cientos de fuentes llenas de manjares.En los bordes, había tramoyistas haciendo figuras con sus cuerpos en increíbles posiciones, sobre diminutos puntos de apoyos, sobre nuestras cabezas, trapecistas haciendo cabriolas temerarias.
— ¿Qué te parece Rossy?, ¿Es lo que esperabas? — le dijo Paúl hundiéndole el dedo en el estómago como solía hacerle para rabiar.
— Esto… es increíble, ¿De dónde sale toda esta gente? — Rossy se subió sobre un alfeice de una ventana del ayuntamiento mientras Paúl la sujetaba.
— Viven aquí — contesto Paúl riendo —, nuestra ciudad es muy grande, niñita.
— No me llames niñita — sentenció Rossy.
— Vale niñita — Rossy bufo en poniéndose colorada. Estaban todo el día igual, parecían dos hermanos de verdad.
— Tengamos la fiesta en paz, niños, la noche es muy larga y me habéis prometido no llamar la atención. Además, tenemos que estar alerta…
— Por si nos atacan — termino Paúl poniendo una voz ñoña. Rossy se reía bajo su máscara —, vamos Logan, es una fiesta, mira si hay seguridad. Déjanos ser “normales” por una noche.
Asentí, puede que Paúl tuviese razón, una noche sin ser el asesino del antifaz, nadie sabía quién era bajo aquella máscara. Y cruzarme con todas los ojos conocidos de la cámara de comercio, y no haber recibido saludo alguno, me decía que mi identidad, estaba bien guardada.
Paúl y Rossy fueron a las mesas del cóctel a ver si había algo de su agrado, como no, probaron todos los pastelitos, las pastas, las raciones de fruta y todo aquello que estuviese servido en un plato. Todas las clases de protocolo, que Rossy había superado, se habían ido al traste por traer al maldito Paúl. Los invitados los miraban, seguramente, con estupor bajo sus máscaras.
Cuando la luz del sol fue menguando, las farolas se encendieron en algunas zonas de la plaza, el resto, quedaba completamente a oscuras. Sentí cierto recelo por aquella situación. En las zonas de oscuridad, y de manera simultánea, empezaron su trabajo, los escupe fuegos, lanzando grandes llamaradas al cielo. El efecto era increíble en un lugar de tanta envergadura. Había cientos, coordinados. La orquesta comenzó a tocar música tribal, la gente bailaba entre risas. El fuego, la masa y la música en un frenético acto de liberación. Incluso yo sentí el apremiante e incontenible acceso de mover las punteras de mis pies.
Los trapecistas, ahora a mucha más alturas, se lanzaban antorchas mientras volaban de un trapecio a otro. De pronto, la música cesó, el fuego desapareció y la orquesta quedó en silencio, las farolas habían sido apagadas y una oscuridad completa se tragó la plaza.
La oscuridad aguardó lo suficiente para escuchar silbidos lejanos y alguna que otra queja de los presentes. Las farolas y las luces del ayuntamiento se encendieron y en el estrado, se encontraba el nuevo alcalde y su nuevo Capitán de Alguaciles.
El discurso no fue nada del otro mundo, el nuevo alcalde, completamente desconocido para mí, era un orador pésimo y algo me decía en el porte del Capitán, que había pasado más tiempo en el lado interior de unos barrotes que en el lado exterior. Como de costumbre, algo no me olía bien.
Junto a mí pasaron un hombre y su séquito. Debía de ser alguien importante, imposible saberlo bajo el anonimato de su máscara dorada. Uno de las mujeres paso por mi lado, mi memoria me llevo al edificio abandonado, yo escondido tras una prensa, ese olor sutil y dulzón. Nuestros ojos se cruzaron. Y unos ojos verdes rasgados me miraron con la misma sorpresa que los míos debían trasmitir.
Eres tú…
Un grupo de gente se movió entre nosotros justo cuando iba a sujetarla por el brazo. Después de eso no volví a verla, se había evaporado y yo debería hacer lo mismo.
— Debemos irnos — Paúl y Rossy se giraron de golpe.
— Pero si esto está a punto de empezar— se quejó Paúl.
— Esto no me gusta nada. Tenemos que irnos, ¡ya!
— ¡Queridos ciudadanos de Hardan!, Muchos ya me conoceréis, yo soy El Duque y soy el nuevo mecenas de esta, nuestra ciudad.La plaza quedó en silencio. Todos miramos hacia el estrado. Rossy me apretó la mano y vi como metía la otra en su bolsito blanco. — Vienen tiempo de avance y yo, lo traeré a Hardan, el alcalde y yo hemos llegado a un acuerdo y mis empresas, modernizará la ciudad hasta cotas similares a Ciudad Central, es hora de que está ciudad vuelva a ser la envidia de nuestro país. No será fácil, y abran sacrificios que hacer. Pero puedo prometeros que el futuro, ya está aquí.
De la oscuridad del cielo apareció una especie de cable justo en las manos del Duque. Estiró de él y el alcalde se fue aún lado del estrado y apareció estirando de uno similar.— Y con este simbólico acto, queda inaugurada — juntaron los dos cables con un burdo nudo — la línea telefónica de la ciudad. Todo aquel que desee tener uno en su domicilio, solicítelo en el ayuntamiento, mi empresa los instalará totalmente gratuito y tan solo pagarán unas míseras monedas al trimestre. Podrá hablar con quién desee desde su propio hogar. Y esto solamente es el principio.
Mierda, eso era un fuente dé recursos ilimitados, el monopolio de ese sector en auge en manos del mayor asesino del país. Por las sonrisas del estrado, el alcalde electo no era tal y el nuevo Capitán, sin duda, era un hombre comprado por el dinero. Ese bastardo se estaba haciendo rápidamente con el poder de la ciudad. Y encima ahora, podía llegar a ganarse el favor de los burgueses por ese avance que prometía.
— Paúl lleva a Rossy al carruaje, ya.
Paúl se la llevó a rastras, pude ver sus anillos puestos, debía de dolerle. Pero ella era más fuerte de lo que imaginábamos. Se había controlado y teniendo en cuenta quien teníamos delante, eso me hacía sentir un poco más seguro. En segundos, los perdí de vista. Pero sentí una tensión en el ambiente.
— Para que veáis que no miento, queridos conciudadanos — seguía el monólogo — hoy pondremos punto y final a la época más oscura de esta ciudad. Todos conocéis su nombre — un foco proyecto la luz sobre mí — del famoso asesino del antifaz. Bien, pues ahí lo tenéis, bajo esa máscara se esconde el secreto mejor guardado de Hardan. ¡Hoy, este hombre morira!
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