— Dígame, en qué puedo ayudarle, podría pasarme ese mazo— le dije señalando las herramientas que me habían preparado. El hombre se agachó y me lo dio estirándose de puntillas— Gracias.
— No hay de que, pero debo hablarle del señor Logan. No hay manera de que entre en sus cabales. Se pasa el día borracho, tirado por cualquier rincón. Rossy está asustada. Cloti está asustada y yo, como podrá imaginar, también estoy asustado, jamás lo había visto así.
— Tranquilo, Sebastián, lo he visto muchas veces, no podemos ayudarle, tiene que tocar fondo. Y darse cuenta de que así no puede vivir. Tiene que ser él, el que salga a flote.
— Sus palabras, jovencito, son muy sabías, pero creo que si usted pudiese hablar con él.
— No.
— Pero señor Paúl, usted es su amigo — comencé a clavar la viga. Entendía perfectamente a Sebastián, pero sabía que no podía hacer nada por él. La gente, en ese estado, no suele actuar como debe.
— Le he dicho que no. Logan es fuerte. Esto es solo un bache. Déjelo, necesita soltar toda la mierda que lleva acumulando durante años.
— Suponía que era su amigo.
— Precisamente por eso, señor Sebastián. Ahora que he salido ahí fuera a jugarme la vida, lo entiendo. El miedo, el dolor, la tensión, todo eso se va fraguando dentro de ti. Y Logan lleva muchos años tragando de esa mierda. Démosle unos días. Hágame caso. Si dentro de cuatro o cinco días sigue igual, tendré esa conversación. Se lo prometo — de un solo golpe, acabé de clavar el último de los clavos que aguantaban la viga.
— Más le vale, jovencito. Por qué, sino, tendrá que buscarse otro escondite.
— Hasta luego Sebastián — el hombre bufo ofendido.
— Debo decirle que está usted haciendo un gran trabajo, aunque sea un capullo redomado — sentenció mientras se marchaba hacia el palacete. Rossy jugaba en la puerta a lanzarle un trapo enrollado a Gato Negro.
Me descolgué de la viga y caí hasta el suelo. La verdad es que si había hecho un buen trabajo. Ahora tenía que subir las tejas y después clavarlas. Mientras seguía con mi trabajo, Cloti vino a verme. Me traía una jarra de agua y unos pastelitos de los suyos. Traía una sonrisa que me decía que quería algo, y valla si tenía razón.
— Le traigo un refrigerio, descanse un poco — dijo extrañamente amable.
— ¿Qué quiere Cloti?
— ¿Por qué tendría que querer algo? — refunfuñó con ese idioma tan raro— Está bien, quiero que hable con su amigo.
— Ya le he dicho a Sebastián que no, déjenlo, volverá a ser quien ha sido siempre, no se preocupen.
— ¿Pero como no me voy a preocupar? Acaso no ve que se está matando.— ¿Por un par de borracheras?, vamos Cloti no digas tonterías.
— Y… si decide saltar por un acantilado, o… ahogarse en aquella charca, o…
Joder en eso no había pensado, Logan no es tan gilipollas, ¿No?
— Está bien, después de trabajar iré a hablar con él, pero no puedo prometerles nada.
— Así me gusta, señor Paúl, que sea sensato. Pero no hace falta que siga con esto. Mañana seguirá estando todo en el mismo sitio, y Diana no va a decir nada, asegura estar muy contenta con su trabajo. Vallase — me decía empujándome mientras intentaba coger un pastelito — yo me encargo de ella.
Al salir de la caseta, Diana me miraba desde la entrada del Palacete, asintió al ver que me marchaba mientras Cloti me empujaba y hablaba en su idioma materno. No quería tener problemas la primera semana.
Logan se había acostumbrado a merodear por la charca dentro de aquel bosque. No me gustaba nada andar por allí solo, aunque sabía de sobra que toda la finca estaba cercada. Aún recordaba a esa manada de lobos rodeándonos. Lo inútil que me sentí. Como me dominó el miedo.
¿Qué hubiese sido de nosotros si Rossy no fuese Rossy?
No tarde en encontrarlo. Llevaba la misma ropa del primer día. El vómito se había resecado en su camisa de lino y el olor a meado y a algo que no deseaba saber, me tiro para tras. Al mirar sus ojos no lo reconocí, y él tampoco a mí, aunque no dejaba de discutir con el árbol que tenía delante. Joder sí que está mal.
— Eh, Logan, ¿Cómo te encuentras? — me volvió a mirar apretando mucho los parados, dio un paso hacia detrás y dos hacia delante.
— ¿Paúl?, Oh, viejo amigo, dame un abrazo— se abalanzó sobre mí y el olor me hizo apartarme.
— Deberías para ya.
— Eso mismo le estaba diciendo a este caballero — me dijo señalando el tronco del árbol mientras enarbolada la botella de whisky casi vacía.
— Logan, te hablo en serio, dame esa botella.
— De eso nada — dijo abrazándola contra su pecho.
— No me obligues a quitártela.
— Atrévete — dijo retador.
— Joder, Logan.
Salte hacia él, agarre la botella por el cuello y se la quité. Me miró taimado. Nunca me había mirado así. Lancé la botella en medio del estanque y se hundió haciendo burbujas. En cuanto me giré, el primer puñetazo me tiro al suelo. Un segundo después, su pie pisaba mi cuello. Al principio pensé que no sería capaz de seguir apretando, pero me equivocaba.
— Maldito desagradecido, yo te he dado una vida. Yo te he conseguido todo lo que tienes. Sin mí, no eres nada.
Un segundo después. Había desaparecido de mi vista, como si algo lo hubiese agarrado y lanzado por el aire. Escuche como caía en el agua. Me dolía el cuello y la cabeza, levanté la mirada y Rossy me abrazó, aún estaba muy pálida, con sus ojos amoratados. Rossy había atacado a Logan, seguramente, me había salvado la vida. La, abrace, contra mi pecho. La pobre niña lloraba desconsolada. Imaginaba lo duro que tenía que haber sido llegar a tener que usar su poder contra Logan; que intentaba salir hacia la orilla sin ningún daño aparente.
Salió del agua e intento salir corriendo. Pero un disparo sonó y Logan cayó al suelo de bocas. Aparte a Rossy y corrí hacia mi amigo, ¿Quién le había disparado?.
Logan estaba en el suelo, y de su boca salía una espumilla babosa. Parecía que no podía moverse y en su espalda detecte lo que debía ser un dardo paralizante. Miré hacia atrás, Diana sostenía un rifle entre sus manos. Sebastián parecía increparla, pero con su posición me dejaba claro que no se arrepentía de sus acciones. Me gustaba esa mujer, me recordaba a Luciana. Era una mujer fuerte.
Cargado sobre mi hombro, llevé a Logan hacia el Palacete, Rossy me seguía, su estado ya era normal, solo esperaba que nadie más hubiese visto su exhibición de poder. Solo faltaba tener que explicarle a todo el mundo algo, que ni siquiera yo, acaba de comprender. El dardo mantendría inmóvil a Logan durante cuatro horas. Sebastián lo sentó en una silla y le lanzó una buena retahíla de cubos de agua, aunque yo dudaba que ese olor desapareciera sin un buen baño con jabón.
Al principio sus ojos era de ira. Después, tras unas cuantas horas sin ingerir alcohol, comenzaron a tornarse de desconcierto y casi al final, sus ojos ya no eran capaces de mirarme a la cara. Yo no le tomaba en cuenta esas feas palabras. Podía entender por qué estaba pasando y que el alcohol, a veces, hace que uno haga tonterías. Para ese momento, solamente estábamos él y yo, sentados el uno junto al otro, viendo el atardecer.
— Paúl… — balbuceo, su lengua aún no estaba ágil para aquella conversación.
— Cierra la boca.
— Lo…
— Que te calles te he dicho, sé que no has dicho eso queriendo, pero ahora prefiero no escucharte, ¿vale? — seguramente estaba intentando asentir, por qué su cabeza se descolgó hacia delante y se quedó mirando el suelo. Debería de haberlo levantado, pero quería que sufriera un poco por sus actos.
Antes de que pudiese moverse del todo, lo volví a cargar al hombro y lo lleve hasta el baño de nuestra habitación, lo desnude, lo metí en la bañera con agua bien fría y me fui a por agua caliente para que se lavara ese olor tan agrio que desprendía. Para su desgracia, me entretuve en la cocina con Rossy, cuando volví, le castañeaban los dientes.
Así aprenderás.
Durante la cena, nadie comentó nada sobre Rossy, podía ver como la niña también estaba más tranquila, imaginaba que ella tampoco quería que nadie supiese su verdadera naturaleza. Logan no bajo a cenar y no se lo reprochaba, toda su aventura debía de haberlo dejado exhausto, eso sin contar, el dolor de cabeza que tendría al día siguiente.
Al llegar a la habitación, Logan dormía a pierna suelta, roncando a pleno pulmón. Tras un rato intentando conciliar el sueño. Decidí que tenía que hacer algo diferente de todo lo que había intentado. ¿Y si hacia eso que me había enseñado Logan?.Salí al pequeño balconcito de la habitación, tan solo quedaba a un metro del suelo, el olor de las plantas de las jardineras era muy intenso. O eso, o mi pecho contaminado de la ciudad, comenzaba a respirar más agradecido.
Me senté en el suelo, cruce mis piernas y cerré los ojos.Oscuridad, respiración, silencio, respiración, silencio. Escuche unos pasitos casi imperceptibles. Me sorprendió gratamente, estaba consiguiendo lo que me proponía. Estaba relajado y mis sentidos parecían disparados. Una bola de pelo se sentó en mi regazo. Abrí los ojos. Era un gato. Me maulló, era Gato Negro.
Un segundo después apareció Rossy. Evidentemente, no esperaba encontrarme allí. Se sentó a mi lado imitando mi posición.
— ¿Qué haces aquí? — me preguntó.
— Eso debería preguntártelo yo, soy bastante más mayor que tú, no crees.
— Bueno, puede ser. No podía dormir. Cada vez que cierro los ojos recuerdo como he lanzado a Logan al agua… podía haberle hecho mucho daño —Rossy agachó la cabeza. Seguramente no quería que la viese llorar.
— Pero no sé lo has hecho, as controlado ese poder tuyo. Y no te he dado las gracias.
— ¿Por qué ha hecho eso?, Atacarte. No parecía él.
— Por qué no era él, Rossy era el alcohol, Logan no suele beber y… bueno, le hacía falta.
— No sé si lo entiendo.
— Ya lo aras, no te preocupes, ¿A dónde ibais?
— A jugar al bosque, cazamos juntos, es muy divertido.
— Intenta que no te vean.
— Tranquilo. Somos muy buenos. A que si, Gato Negro — el Gato saltó a su regazo y ronroneo — ¿te importa si me voy?
— Pero no te acuestes tarde, ¿Vale?
— Vale, solo un rato.
Comentarios
Publicar un comentario