— Cuaderno de bitácora: nos encontramos varados junta a la única luna del planeta Texmion, el cinturón de basura espacial que rodea el planeta está compuesto de…
— Tío, vas a peor — Samuel me miró con los ojos en blanco.
— Toda nave debe tener un cuaderno de bitácora. Lo sabrías si hubieses llegado a Teniente — conforme lo dije, me dolió en lo más profundo. Samuel me miró sin pestañear apretando su cuadrada mandíbula — perdona tío, a veces soy un verdadero capullo.
— Eso ya lo sabíamos — Toni apareció en la cabina y se sentó en su asiento. Bufó cansado y comenzó a dar vueltas a un pequeño objeto esférico —. Chicos, acabamos de usar nuestro último rodamiento, del motor principal. Si no conseguimos recambios pronto, esta nave no servirá para nada.
El silencio se estiró, nuestro sueño podía irse al garete mucho antes de lo que pensábamos. Conseguir esas piezas era casi imposible, nos había llevados meses conseguir pulir esas esferas de otros motores, para que sirviesen en el nuestro.
En silencio giré mi asiento y encendí la consola. Las reparaciones se habían terminado. Podíamos volver al hangar, tal vez Elsa pudiese conseguir piezas. Era nuestra única esperanza. Aunque ninguno lo dijo. Todos sabíamos que esa arpía, nos haría sudar tinta para ayudarnos, y más, después de nuestro fugaz viaje a la estación espacial.
Toni y Samuel encendieron la Estrella, deslice el acelerador suavemente. Con un suave tirón, emprendimos la marcha. Me encantaba esa nave… pero incluso eso, nos iba a arrebatar esta vida.
Una luz roja se encendió en la consola. Una nave se acercaba, rumbo de interceptación. En el sistema de comunicaciones se abrió un canal.
— Detengan la nave y prepárense para ser inspeccionados — la voz era joven, debía ser un joven soldado de la flota.
— ¿Con qué sentido? — Toni soltó el botón y nos miró asustado.
— Por la ley de la Federación y de la Flota, detengan la nave y paren motores.
— ¡Y una mierda! — dije estirando al máximo la palanca del acelerador. Mientras pulsaba el botón del comunicador manual.
La nave salió catapultada de la órbita de aquella pequeña luna. En la flota había aprendido a desaparecer de los radares. Y ese cinturón de basura espacial, cerca de aquel planeta muerto, me serviría a la perfección.
Por los altavoces, se oía una y otra vez a aquel soldado que nos seguía. En espacio abierto, no tendríamos ninguna opción, la flota usaba cazas para las tareas de vigilancia y la Estrella no era más que una austera nave minera. Pero si algo podía marcar la diferencia era mi pericia como piloto.
Entramos a toda velocidad esquivando las grandes piezas de metal, eran una planchas del fuselaje de algún tipo de nave que debía haber colisionado allí, hacía mucho tiempo. En los sensores, Toni me decía cuan lejos estaba ese soldadito. Mis virajes, mis remolinos ascendentes y descendentes debieron dejarlo fuera de combate. Era imposible seguir a alguien con aquellas trazadas sin perderlo de vista. Me dirigí al asteroide más grande que encontré. Me posé y apagamos los motores. La Estrella debía desaparecer de cualquier radar.
Durante minutos, estuvimos callados y pegados a las mamparas en busca de algún rastro del soldado de la flota. Aunque lo hubiésemos perdido de vista, tenía que haber llamado a su base para avisar de la situación de nuestra fuga. Si estábamos demasiado tiempo allí escondidos y venían cientos de cazas, acabaríamos entre rejas, en el mejor de los casos.
— Deberíamos irnos cuanto antes — Toni, a veces, parecía leer mi pensamiento.
— Está bien, este es el plan, encendemos, ascendemos hasta el borde del anillo y saltamos.
— Espero que tengas razón y que eso funcione, Samuel, vamos a encender la Estrella.
Me quedé solo en la cabina. Observando a mi alrededor, no había ni rastro del caza. Di un pequeño golpe a los estabilizadores de altura y recogí el tren de aterrizaje. Calcule la mejor ruta para la huida. El sonido eléctrico sonó tras de mí y el motor comenzó a zumbar.
Acelere a máxima potencia mientras levantaba el morro de la Estrella y salimos disparados hacia arriba. En el sensor me salió una luz en la consola. Vi como ese caza encendía motores, estaba escondido como nosotros. Era bueno, muy bueno.
— Último aviso. Detengan la nave si no me veré obligado a usar la fuerza.
En mis sensores vi como se activaba todo su armamento. No era un farol.
— Vamos, no seáis capullos, no podéis huir en esa tartana — esa voz…
— ¿Erick?, ¿Erick Nelson? — no podía ser él, era el único de nuestra promoción que había ascendido hasta capitán por méritos.
— Así es, Leo, creías que no iba a reconocer vuestras voces, después de tantas horas de entrenamiento. No sé que coño estáis haciendo con esa nave. Pero no me deis razones para volaros por los aires. O mejor, dármelas — Apague el sonido de la radio.
— Chicos, tenemos un problema.
Toni y Samuel volvieron corriendo, la conversación era audible en toda la nave.
— No puede ser, ese hijo de puta nos va a joder otra vez — Samuel le tenía cierto cariño. Erick le había grabado meando en el plato del almirante. Él fue quien vertió la última gota sobre nuestras carreras.
— ¿Tenemos posibilidades? — dijo Toni.
— Ninguna. Sus armas son suficientes para hacernos astillas, su motor más rápido y como ya sabéis, es mejor piloto que yo — eso aún me costaba decirlo. Pero tras muchos combates en el simulador, Erick había demostrado esa realidad. Active el sonido — Tío, por qué no nos dejas irnos, no hemos hecho nada.
— Según mis registros, estáis buscados por contrabando y… ¿Posible traición? — Erick silbó por el comunicador —. Vosotros sí que sabéis cagarla, he chicos. Bueno, vuestros encarcelamientos ayudarán a mí ya maravillosa carrera militar.
— Tengo una idea — dijo Samuel, no sé si ya lo he dicho, pero era el mejor mecánico del mundo, pero no solía tener grandes ideas —, ¿por qué no lo embestimos? — Toni y yo nos miramos, primero con una sonrisa burlona y poco a poco con cara de una posibilidad que Erick jamás imaginaria.
— ¡Eres un puto genio! — Toni se levantó y golpeó la ancha espalda de Samuel —, su nave será muchas cosas, pero no es más dura que nosotros y Erick jamás imaginaria una jugada tan arriesgada.
Me sentí eufórico, lo que íbamos a hacer nos mataría, o saldríamos victoriosos como los libros de ciencia ficción de Toni.
— Está bien, tú ganas Erick, nos rendimos — puse mi mejor voz de decepción. Era un especialista en mentir.
— Al final no seréis tan memos , como toda la flota piensa.
Su nave se acercó, viro para colocarse a nuestro par y yo aceleré a toda potencia.
— ¿Pero qué coño?
Eso fue lo último que escuchamos del caza, vimos eyectar a Erick y como nuestra cabina atravesaba, entre chirridos y fuego, su caza, nuestros escudos, reflectaron parte del daño y sufrimos algunos problemas en la integridad de la cabina, aún no sabíamos exactamente cuánto, el ordenador le costaba un tiempo algunas funciones como esa.
Ascendí, haciéndole una señal con mi dedo corazón y saltamos a curvatura, mientras aquel capullo, esperara a que lo recogiese su querida Flota.
Tras unos minutos luz, detuvimos el motor. Los daños en la cabina habían sido bastante más graves de lo que pensábamos, y a esa velocidad, la nave se desintegraría rápidamente. El sistema en el que nos encontrábamos parecía muerto hace muchos años. Todos aquellos planetas había servido de mina para extraer los recursos hasta su extinción. No eran más que rocas huecas en órbita a una estrella. Y si había un buen lugar para esconderse, era un planeta lleno de agujeros.
El ordenador de la nave me marcó la gruta más ancha y honda. Las paredes de roca quedaban a bastantes metros de nuestro fuselaje, pero el techo era otra historia, aunque para ser sincero, aquella nave estaba hecha precisamente para lugares como ese. Aterrizamos en lo que debía ser el centro de la mina. Parecía mentira que los mineros pudiesen vaciar un planeta así, aquella sala era tan grande como cualquier ciudad de cualquier planeta de rango 1°.
Salvo los pequeños focos que la Estrella portaba sobre la cabina, el resto estaba en la más absoluta oscuridad. Al apagar motores y que todos los sistemas hidráulicos pasasen a modo apagado. El silencio más absoluto ocupo su lugar. Las luces del exterior no mostraban movimiento alguno, pero claro, ¿quién o que?, podría vivir en una roca como esa.
Las reparaciones del casco nos llevaron varios días, bueno, para ser sincero, les llevó. Yo había decidido invertir ese tiempo en inspeccionar la sala. En un sitio de esa envergadura, debía de haber algún tesoro escondido. Y yo, tenía buen ojo para eso.
La luz de mi linterna falló, parpadeó, el polvo flotaba a través del haz, no veía las paredes, ni el techo, solo oscuridad, silencio. El aire era respirable, según el traje espacial. El polvo me daban ganas de estornudar. La atmósfera era opresiva. El olor a sequedad, a vacío, me arañaba la garganta. Me sentí, solo, miré hacia atrás, los focos de la Estrella brillaban a una distancia considerable.
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