Las noticias de Ciudad Central eran horrendas, todos los diarios portaban en primera página la misma noticia. El Congreso había decidido un cambio de presidente, El Duque gobernaba el país, los congresistas habían desaparecido del mapa, al igual que todos los funcionarios y cuerpos de seguridad del edificio. Pero la lealtad del ejército, era total. Y con esa lealtad, el Duque tenía la suficiente fuerza como para reafirmarse en su nuevo puesto.
Había congregado a la cúpula de la rebelión. Como se nos hacía llamar ahora en todos y cada uno de esos diarios, dirigidos por cobardes y mercenarios de la información. Luciana, me miraba asustada desde la silla, que ya había elegido para ofrecer sus valiosos consejos. Junto a ella, había una mesita supletoria con uno de esos nuevos teléfonos. Entre sus piernas, sujetaba un librito, con el membrete de la empresa telefónica del Duque, donde apuntaba los teléfonos de sus contactos.
Los primeros en llegar fueron el Juez y el sargento Paúl, una pareja entrañable. El anciano, era de las personas más sabías que jamás había conocido, hubiese llegado bien alto en el ejército, con esa habilidad para usar su voz como arma intimidatoria, si era necesario. Su sobrino, era el joven más capaz que había visto en años. Leal, carismático y con un valor lleno de juventud. Macmu no tardó en llegar, era un hombre intenso, y sus dudas estratégicas, que me aportaba cada noche, me hacían revivir mis momentos más felices en mi amado ejército. El presidente de la cámara fue el siguiente. Desde que esto había empezado estaba mucho más delgado, sus arrugas más marcadas, y no era de extrañar, había tenido que lidiar contra nuestro agresor prácticamente a diario, hasta la liberación de la ciudad.
Con suma puntualidad, Logan entró con una joven de ojos rasgados, yo hubiese dicho que era demasiado joven para él, pero quién era yo para poner impedimentos de ese tipo de errores. Ciertamente era preciosa. De porte sencillo pero elegante. ¿Cuánto hacía que no veía a ese hombre con una mujer?
— Por fin te conocemos — Paúl se puso de pie y estrecho la mano de aquella joven de amplia sonrisa — yo soy Paúl.
— Encantada Paúl, me llamo Susi Nakato — la joven hizo una reverencia con la cabeza a todos los presentes, que fuimos presentándonos uno a uno. Parecía una buena chica. Y sin duda era tan lista como un zorro, sus ojos me lo decían. No me extrañaba que el recto de Logan la mirase embobado — debo decir que tu amigo, me ha hablado mucho de ti.
— Espero que hayan sido cosas buenas — sonrió Paúl rascándose tras la nuca.
— Tendría que mentir — intervino Logan. El resto del grupo reímos a carcajadas. Era bueno que hubiese momentos así. Y ahora, debía dar la mala noticia a todos.
— Bueno señores, dadas las presentaciones, debo informarles de muy malas noticias — esperé a que todos me miran — el Duque ha dado un golpe de estado. Miren los periódicos.
Logan agarró uno de ellos, rápidamente se lo tiro a Paúl y lanzó otro al presidente de la cámara, parecía agotado para tener que levantarse a coger uno por su cuenta. Supuse que el Juez no sabría leer, al igual que Macmu que se quedaron a la espera de que verificamos la información. Logan golpeó con ímpetu la mesa. Rápidamente, las bromas pasaron al olvido.
— Ese ejército habrá salido ya de los cuarteles. Preparados o no, esos pobres soldados se encaminan hacia aquí.
— Esto no cambia nada — Logan se levantó y comenzó andar de un lado para otro — sabíamos que era una posibilidad. Con o sin golpe de estado. Estamos preparados para recibir a esos soldados.
— Pero señor Logan, esos jóvenes no tiene ninguna culpa, son meras marionetas en manos de ese bastardo — no permitiría que hubiese una batalla abierta, una cosa era defender la ciudad de matones y corruptos. Pero el ejército había sido mi vida.
— Y como piensa solucionar esta disyuntiva, General — preguntó siempre respetuoso Macmu.
— Aún no tengo la respuesta. Pero seamos sensatos. Es el ejército. Soldado, navíos y para colmo, el ejército se ha aprovisionado de zepelines de guerra. Esas murallas no serán disuasorias para toda la maquinaria militar. No estamos en la edad de las espadas y los arcos para cuando fueron creadas.
— Pero no podemos permitir que ese hijo de puta vuelva a tomar nuestra ciudad — susurró débil el Presidente, tosió y su rostro se arrugó por el dolor.
— Creo que ha llegado la hora de usar técnicas más sutiles — expuso el Juez —, todos sabemos la pericia del señor Logan para liquidar a personas — miró a Logan que no cambio no un ápice su rostro—. ¿Cree usted que podría acabar con esto con una sola muerte?
— Si —respondió Sussi por él.
— Vaya, señorita, es usted muy decidida — tuve que reconocer con admiración — pero esa respuesta debe darla un asesino profesional.
— Precisamente eso acabo de hacer — contesto ceñuda.
— ¿Tú… eres la asesina que quería matar a Logran? — Paúl no daba crédito a sus propias palabras.
— Así es— contesto Logan sin darle más importancia — pero eso ahora es irrelevante.
Las puertas del almacén se abrieron una pequeña línea y volvieron a cerrarse. Unas botas ligeras subieron la escalera metálica y la pequeña Rossy entró a la carrera y abrazo a Logan llorando.
— Está libre, mi hermano está libre.
— Eso es fantástico — dijo Paúl cambiando su expresión de preocupación.
— No lo sé. Lo he visto, Logan, está en uno de esos edificios tan altos de Ciudad Central, está… con ese asesino.
— ¿Con el Duque? — preguntó Logan.
— Si, lo tiene engañado, piensa que es su amigo y que vosotros me tenéis retenida. No sé cómo lo ha hecho, pero se ha ganado su confianza.
— Eso sí, es un verdadero problema — intervino el Juez — creo que debemos revelar ya nuestras cartas. Logan, mi querida Rossy, deben contar toda la verdad — todos nos quedamos mirando a esa pareja de silenciosos que se miraron y la niña asintió.
— Está bien — Logan abrazo por detrás de la espalda a la niña — Rossy no es una niña normal.
— ¿Qué tonterías son estas? — que intentaban decirnos esos dos. Rossy era la niña más normal que conocía, salvo algunas reacciones extrañas, pero bueno, así son los niños, ¿No?
— Señor General — la niña me miró — no soy… Vengo de un lugar muy lejano. Y jamás tuve intención de hacer daño a nadie. Pero los de mi especie, no son como yo. Necesitan alimentarse y digamos que los humanos, son un buen bocado.
La sala se quedó en silencio y Paúl, se levantó y se colocó al otro lado de la niña.
— Yo daría mi vida por esta niña — dijo con orgullo — y sé que jamás nos haría daño. Solo les pido que habrá su mente un poquito.
— Es lo que aquí llamamos una bruja— nos miramos unos a otros, ¿qué absurdez era esta? Leyendas y cuentos para niños.
— Entiendo que es difícil de entender — Paúl sonrió a la niña que estaba claramente nerviosa— pero esta joven tiene un poder que no podéis imaginar. Al igual que el corazón más grande que he visto jamás.
— ¿Me estás diciendo que esta jovencita es un ser de la mitología, que clase de drogas habéis tomado vosotros dos?— se habían vuelto locos.
— Yo lo he visto — sentenció el Juez — me salvó la vida a mí, y al resto de los ancianos del barrio.
— ¿Qué clase de poder? — si aquel hombre corroboraba esta locura, no podía más que intentar entender que sucedía.
Macmu se levantó y fue directa a Rossy, Logan se interpuso, pero Paúl, que ya conocía muy bien a nuestro invitado, le apartó exponiendo a Rossy. Macmu se agachó, con una amplia sonrisa. La niña se la devolvió algo tensa. Colocó su enorme mano acariciando su frente, cerró los ojos y recitó unas palabras en su idioma. La niña dio un salto hacia atrás. Debía de haber sentido algo. El hombre comenzó a llorar.
— ¿Pero qué demonios? — que estaba sucediendo allí. Aquel hombre llorando, ¿Por qué?
— Eres tú… — susurró Macmu — Tú eres nuestra salvadora. Tú liberarás a mi pueblo.
— Yo…— dijo nerviosa la niña
— La profecía ha comenzado — Macmu se arrodilló y comenzó hacer reverencias a la niña que lo miraba sin saber que estaba haciendo —. Eres la Llama Oscura, la salvadora de mi pueblo, dime que sí, por favor, dime qué no me equivoco.
— Yo…
— No te asustes, pequeña — dijo Macmu acariciando sus botas embarradas — llevamos muchos años esperándote. Es tu destino.
En contra de todo lo establecido en mi mundo. La niña comenzó a irradiar una luz cegadora. Su luz era pura, irrigaba paz. Me encontraba frente a una diosa. Solo eso podía explicar los sentimientos que albergaban mi corazón.
— Ya estás en casa, hija de la Luna. Tu pueblo desea conocerte, acompáñame, te lo ruego.
La niña, tras volver a ser una simple niña raquítica, apretó con fuerza las manos de Paúl y Logan.
— Creo que quiero hacer esto — le dijo a Logan con los ojos anegados.
— Es tu decisión, Rossy.
— Quiero ir — dijo decidida — pero quiero que me acompañes.
— Por supuesto, no dejaría que hicieses algo así tú sola. Sabes que puedes contar con nosotros para lo que sea. Daría mi vida por ti.
— No hay nada que temer. Os lo prometo, de hecho, venid todos — invito Macmu — esta misma noche, la presentaré a su pueblo.
— ¿Mi… pueblo?
— Si, mi Llama Oscura. Ya estás en casa.
La ceremonia fue solemne, los integrantes del pueblo de Macmu, ofreció regalos a la niña, lloraban, reían, rezaban y otros bailaban de alegría. La niña se comportó como una verdadera deidad. Aceptando a sus hijos, abrazándolos, besándolos, bailando con ellos. Logan miraba desde la segunda fila, junto a Paúl. Estaban tensos. Y no era de extrañar. Todo ese tiempo escondiendo algo tan importante. Tan poderoso, y al final, la verdad había salido a la luz.
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